ESPAÑA | El libro del Defensor

La institución del Defensor del Pueblo ha evolucionado, como es natural, a lo largo del tiempo. Las administraciones públicas se han extendido y llegan a toda clase de servicios; leyes y reglamentos forman, a veces, bosques impenetrables. Los ciudadanos se dirigen al Defensor con problemas distintos a los de hace años, aunque tengan orígenes similares en sanidad, educación, vivienda… Y han aflorado otros, como sentirse engañados por actuaciones de entidades financieras o el rechazo a esperar largo tiempo la respuesta de una administración que nunca llega. La grave situación de refugiados, que huyen de países en guerra y quieren entrar en la U.E. y las condiciones de los mismos en los campos, es también un hecho para el que ni España ni la U.E. estaban preparadas.

Y, por encima de todo, se ha acrecentado el conocimiento sobre los derechos que tienen las personas en una democracia.

El Defensor del Pueblo es una institución cuya labor no concluye nunca; siempre habrá que observar que repercusiones tiene una ley, una decisión, sobre una persona o sobre un grupo, en un determinado momento y hará las recomendaciones necesarias para modificar aquello que crea no conforme a derecho, y ejercerá su función con independencia, pero no será neutral.

La institución no es, por tanto, aquella que expresa muchas satisfacciones o felicitaciones. Expresa quejas, dice lo que falta, lo que duele, lo que echamos de menos. La queja es una forma de expresión universal: está en la Biblia, en el teatro griego, en la literatura medieval, en el barroco, en la poesía de todos los tiempos, desde Manrique a Cernuda… y en las artes está muy presente. Nuestro trabajo es hacer llegar esas quejas a las administraciones, tras ver cuánta razón hay en ellas y cuanto derecho, con fundamentos y firmeza. Nuestra función es la defensa de toda aquella persona que se siente no defendida en sus derechos o a quien se le impide el ejercicio de sus libertades. Y es, también, prevenir que no existan malos tratos, humillantes o degradantes en ningún lugar y circunstancia.

LA DEMOCRACIA Y EL PAPEL DEL DEFENSOR

Las quejas que los ciudadanos nos hacen llegar y lo que nosotros observamos son indicativos de hechos, sentimientos y opiniones que, al ser transmitidas a las administraciones o bien cuando informamos en las Cortes Generales constituyen un mensaje, una señal, de que hay algo que está mal, que debe ser estudiado y enmendado.

La democracia representativa es el sistema que más derechos y mayores libertades puede reconocer. Es el sistema cuya clave, la separación de poderes, no ha sido superada por ningún otro. Y es aquel que puede ser revisado, reformado o denunciado sin convulsiones, sin apartar a quienes están disconformes ni acudir a caudillajes. Es el sistema que vale la pena ser defendido y mantenido. Y esta institución contribuye a ello.

Consulta El libro del Defensor del Pueblo

 

Fuente: El Defensor del Pueblo, España

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